martes, 18 de noviembre de 2008

Fue un arrebato de recuerdos lo que provocó que invocara tu presencia, tan extraordinario fue mi pensamiento que en un principio no pude más que esbozar una sonrisa que denotaba la ironía, tal como la imagen que mantienes de mi, pero luego cayó y pude discar el teléfono casi de manera autómata. Pude reconocer tu voz del lado contrario de mi auricular y fue eso lo que motivo otra reacción inesperada, un arranque de confianza que sorprendió tus expectativas o mejor dicho tu falta de éstas. A tu respuesta sólo pude reír, una expresión que salió con la mayor gravedad posible, como otrora nacían.

Tu silueta se dibuja en la oscuridad de manera incofundible, no sabría distinguir si la noche conforma parte de tu presencia de o de la mía, por una parte diría que es parte de mi alma sinn embargo al verte sentada extinguiendo la futil existencia de un cigarro dudé pertenecer a la naturaleza que cobija mis más variados sueños, la misma que fue complice de mi atrevimiento, dudé de la noche misma. Tu tranquilidad resultó extreña, tanto como la luminidad de tus ojos a la que no puedo acostumbrarme aunque aún recuerdo con certera admiración.

Una vez emprendido el camino y comentando la referencia que anteriormente te había dado para ubicar el encuentro, confesaste la extrañezaque causó y aún así no te pareció tan inusual lo poco ordinario que suelo ser.
-¡Como si fuera tan único y oroginal! -
Curiosamente me pareciste muy radiante, semejante a la luna que nos ahogaba en su luz; llegué a pensar que la misma luna era otro accesorio de joyería que llevabas luciendo esa noche.

En tu extravagancia notaba ligéras notas de timidez, no tuviste desplantes de presunción, por el contrario mostrabas retilencia y hasta recato, digamos una introspección ajena a tu persona, una mirada en desconcierto pero firme. Ya no puedo llamarte -niña- como alguna vez sentencié, hoy he descubierto lo contrario. Pero mantienes esa ansiedad por lo desconocido, por mostrarte inamovible ante la incertidumbre de lo que ignoras.

Y entre café, risas y humo de tabaco lo bella que el tiempo te habí moldeado, el hambre de conocimiento que seguías desarrollando, ese ímpetu por hacer tuyo lo que aún no lo es. Subitamente pediste que no riera, me extrañó tal petición y comenzé a imaginar la causa, más aún me atrevi a sugerirme que te incomodaba recordar lo característico de mi risa, que aún te hacía sonrojar. Creo que jamás lo hizo y ahora tal vez sólo te recordó el mal momento que te hice pasar después de mi ya mundialmente famoso y reconocido acto de desaparición, bueno es una exageración eso de mundialmente.
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