jueves, 17 de septiembre de 2009

Proposición Aventurada de una Mañana

Proposición Aventurera a una Mujer

Al compás de las gotas marcaba el paso de mi andar. Habrían de ser los primeros pasos hacía las desconocidas tierras del futuro en brazos del destino. Una euforia inundó mi cuerpo y provocó que mis pies quisieran evadir la gravedad para destrozar la distancia.

Pude escuchar de la lluvia las profecías que anunciaban una noche por demás duradera. Sonreí ante tal noticia y ansioso busqué entre las olas de rostros inigualables e irreconocibles, una persona que compartiera la promesa de la lluvia. Fue entonces cuando te ví, con esa mirada hechizante, observabas el pasar del tiempo y parecía que te incomodaba su lentitud. Me viste. Antes de hablarte tuve la oportunidad de observar a través de tan bellos ventanales de tu alma una alegria creciente, y cuando las puertas de tu verbo se abrieron salieron tus deseos con una gracia entonando las melodías más apasionantes y provocadoras que haya escuchado. Me solicitaste esclareser el futuro de la noche y torpemente respondí que faltaban personajes para nuestra aventura.

(Tu aroma. Tu aroma me envolvió. Tu sonrisa fue la carnada perfecta para que callera ante tu aroma. Me tomó por sopresa y me aprisionó. Sujetó mi razón y la arrastró por las zarsas prohibas de lo etéreo para después aventarla al barranco de lo real. De primera instancia todo era rosa, sin embargo después de recuperarme del todo pude distinguir que eras tu quien el rosa era. Guardé silencio y gasté cada uno de los instantes observándote; el mundo fú es y será a mi alrededor, pero yo no era del mundo por ese pequeño, infinito, silencio).

Atendiste mi petición de cobijo ante la lluviaa, me brindaste una armadura para combatir el frío y yo te lo agradecí. Nos encontramos con los demás guerreros, con otros deseos y otra ilusión de mi hermano en armas, del guerrero más formibdable, de Maggog. Subimos pues al carruaje escarlata que era tirado por caballos alimentados de ilusiones, deseos y esperanza. Nos adentramos en los terrenos de lo desconocido y lo pasamos de largo, tuvimos qe tomar un nuevo rumbo para poder llegara a una posada donde la euforía, la descepción y el desengaño convivían en una mesa.

El tiempo se perdió, no pudo acompañarnos en nuestra celebración. Así que aprovechamos su ausencia. Fue pues entre las risas, la euforía, las lágrimas ahogadas en la garganta de una guerrera y los himnos cantados a los amores perdidos que me percaté de que no podía desviar mi atención de la rosásea figura que enmarcaba tu sonrisa. Me di cuenta de que estaba atrapado en tu mirada, en un hechizo de tu alma. Intenté luchar y mantener mi postura ante la desventura que se desprende de la ilusión, intenté huir de tus brazos, escabullirme de tu aroma que me tenía atrapado; no lo logré y caí ante tu magnificencia.

Llegó el tiempo y de mal humor así que tuvimos que retirarnos a una guarida don el sol no derritiera las ilusiones forjadas de cera de luna. Caminamos por senderos maltrechos al lado de nuestro carruaje. Emulabamos a guerreros retirandose del campo de batalla.

Llegados a la posada había restos de un banquete y algunos de nuestros compañeros agradecieron a los dioses el saciarse tan rápido y permitir que pudieran saciar el hambre. Yo por otro lado lamentaba la herida sufrida, un ardor carcomía mi pecho deshacía mis entrañas así que me retire a continuar la batalla que ahora tení de escenario mis adentros. Escachaba al caballero Le Canit narrando nuestras hazañas y departiendo filosóficamente con Nietzche y Platón, habilidosamente demostró la torpeza de sus teorías y pudo concretar todos sus conocimientos de manera tan perfecta que el uso de la palabra resultaba grosero para exponer su teoría.

Quitaste el velo de mi rostro para alejar las manos de Morfeo, para asegurarte que tu dominio se mantenía vigente. Preguntaste si lo anterior era cierto y asentí. Mantuviste el cuestionamiento por un os momentos y luego aceptaste la invitación para poder descansar de la batalla, me ofrecí como el velador de tus sueños y aceptaste. Al aceptar ví como la cordura se retiraba por la puerta.

Súbitamente mis dedos comenzaron a tener independencia de mi pensar, se movían grácilmente entre tus cabellos, en las orillas de tu piel, buscaban un lugar donde descansar, resguardarse de mi negación. Mi respiración era una cuna formada de lo etéreo, tu descansabas en ella. Me ahogaba entre tu cuerpo. Tu pecho arrullaba a la mañana con un ronrroneo encantador. No era más que tu resguardo, todas aquellas caricias se perdieron y fueron muertas por el sol.

1 comentario:

Anónimo dijo...

pues hay te va...
tengo que reconocer que (aunque no acostumbro reconocer estas cosas) ja cuando lo lei por primera vez no pude comprender todo,
pero cuando lo relei conseguiste robarme una de mis mas duraderas sonrrisas.

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