miércoles, 7 de octubre de 2009

Palabras más, palabras menos.

El sol bañaba los árboles y las flores, éstas últtimas parecían estar encendidas y brillaban de forma tan bella.
Los colores estaban vivos, jugaban los azules y amarillos con el blanco; se confundían los morados y rojos entre las sombras de los verdes.

Un arrullo se formaba por las conversaciones y había adormecido al viento. Sólo se escuchaba la alegría. Estaba gente desconocida y conocida, algunos mantenían relaciones y otros las habían dejado en el pasado.

Te vislumbré entre los invitados, ibas de un lado a otro, sonriendo y saludando a todos y cada uno de los presentes. Inmediatamente te percataste del humo de tabaco consumiéndose en la pipa (un hábito que nunca pude dejar). Te acercaste, mostrabas tu blanca sonrisa enmarcada en un rostro bellamente bronceado, presumías tu vestido y lo portabas orgullosamente, como la niña que presume una muñeca nueva. Me abrazaste y tu aroma ahogó mi nariz por un momento. Te sonreí, sin embargo no pude lucir, como tú, la alegría. hablabas y reías, yo te acompañaba de manera silente.

Tus amistades reclamaban tu atención, te despediste y por un instante me perdí en el brillo de tus ojos. Besè tu frente y me despedí.

No volverías a escuchar noticia referente a mi.

Sabía que la próxima vez que nos encontraramos yo estaría portando un cajón de encino con incrustaciones de plata y luciendo la tranquilidad última. Se que no vasa derramar lágrima alguna, vas a estar sonriendo por que te darás cuenata de que tuve razón y me sonreirás una vez más.

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